martes, 4 de junio de 2013

EL REMOLINO (1)

              




















 cuento de seis  capítulos
amigo lector: éste será publicado mas seguido para                       que no pierdas la continuidad. Gracias....                   








                     

                            CAPÍTULO UNO


Era una gran ciudad, de apariencia tranquila si la mirabas de lejos, pero a medida que te ibas acercando a ella y observabas los detalles, encontrabas mucha gente corriendo de un lado para el otro, automóviles acelerados, micros atiborrados con gente de pie.
Si ibas de visita y te querías detener, siempre aparecía alguno que te empujaba sin ningún disculpe señor. Y si por casualidad querías consultar alguna dirección en un puesto de diario o a alguna persona que detuvieras en la calle para ese fin, te miraban enojados como diciendo "¡que bicho te ha picado!" "¡como osas detenerme en mis asuntos!" , hacé de cuenta de que te quedabas con la pregunta en la boca, porque te murmuraban alguna especie de respuesta desganada y hostil que no solo no te servía, sino que te quedabas tragando hiel por el mal modo con que te trataban.
Claro está que ingresaban muy pocos forasteros, ya que si éstos no tenían un pase otorgado por el Gobierno, debían pagar un ingreso muy costoso. Es que en realidad, no querían que hubieran forasteros.
 No creo que fueran mas de veinte mil habitantes según mis cálculos que posteriormente tuve que hacer, de ello te  vas a dar cuenta mas adelante, por mi intervención personal dentro de este cuento.

A pesar de la no tan grande población, los edificios que había eran suficientes para mantener tapado el sol. La tala de árboles crecía cada vez mas y ello enorgullecía a los constructores, quienes estaban abocados solamente al ¡dele progresar meta que dele progresar!

La personalidad básica de esta comunidad presentaba algunos rasgos dignos de ser comentados para tu información y detalles significativos de un estilo particular de vida. Por ejemplo, a las personas les daba vergüenza regalar flores por romance, los enamorados propiamente dichos no existían y las familias eran unidades sociales realizadas mediante un contrato en el cual se especificaban los bienes aportados, el sexo y las profesiones de cada uno y los niños que nacían eran de un número ya predeterminado, ocupándose de su cuidado hasta los cinco años de edad por una persona designada por el Gobierno Central y posteriormente a ello, les era asignado un lugar de crianza, alojamiento y adiestramiento en las especialidades que se les capacitara, las cuales eran determinadas por las necesidades que hubiere en la ciudad, según lo evaluaba el Consejo Supremo, el que estaba constituido por seis personas muy extrañas, de larga barba blanca.

Quienes llegaban a los setenta años de edad eran trasladados a la Isla de Reclusión y eran ocupados en tareas referidas a la producción de alimentos y otros artículos básicos para el resto de la población, hasta el final de sus vidas privándolos de toda comunicación con los demás. 

En medio de la urbe habían dos torres imponentes. Una de las cuales tenía un enorme metrónomo que marcaba el compás de los pasos de la gente permanentemente. En la otra, un gran reloj que señalaba segundo a segundo el tiempo durante todo su transcurrir.
 Si alguno se salía del orden impuesto, sonaba una estridente alarma con luces rojas y amarillas que lo señalaban para su inmediata reclusión a la misma isla que los ancianos y en iguales condiciones. 
Se gastaban a cuenta del Gobierno enormes fortunas para el mantenimiento impecable de ambas torres, aunque la mano de obra en si misma no le producía ninguna erogación, no así los repuestos y otros enseres, ya  que les resultaba esencial que fueran exactas en su funcionamiento.

Todos los habitantes vivían con una rutina incorporada en cada acto, desde levantarse, ir al baño, desayunar, etc y etc durante cada minuto de cada día. Análogo comportamiento tenían en el trabajo durante el cual no se les permitía ningún error, es que no se sabía desde cuando tenían implantado en sus costumbres, el concepto de excelencia, pero nadie se interesaba tampoco en saberlo...

5 comentarios:

  1. Bueno aunque un poco rara intereza saber más,abrazo

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  2. Lao, a veces sentimos que vamos camino a eso no? Pero espero tu continuación, un abrazo!

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  3. Ese mundo robotizado del que hablas,no lo veo yo tan lejano. Me ha encantado este primer capítulo, paso al siguiente. Abrazos

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