jueves, 22 de marzo de 2012

CABOS SUELTOS

NACEMOS E INGRESAMOS A UN MUNDO EXTRAORDINARIO . PARTICIPAMOS DE EL Y ELLO IMPLICA UN ENORME PRIVILEGIO.

COMETEMOS ERRORES, PERO EN LA MAYORÍA DE LAS VECES SON INVOLUNTARIOS Y, LO INTERESANTE DEL CASO ES QUE TIENEN UNA MISTERIOSA RAZÓN DE SER. Y SE LES PUEDE CAPITALIZAR FAVORABLEMENTE.



EL CORRER SIN SENTIDO ES LO QUE NO DEBEMOS HACER. 
LA CAPACIDAD DE DETENERSE A OBSERVAR Y MEDITAR LA VIDA TIENE MUCHO DE VOLVER A LA INFANCIA, QUE ES DONDE PRECISAMENTE HEMOS RECIBIDO NUESTRAS PRINCIPALES INSPIRACIONES.

REGRESAR A LAS FUENTES, A NUESTRAS PROPIAS RAÍCES, NO ES RETROCEDER, ES SUBIR VARIOS ESCALONES.



TODOS NECESITAMOS TENER NUESTRA PROPIA BURBUJA DE FANTASÍAS.



VIVIR ENCERRADO EN UNO MISMO NO ES BUENO PORQUE NOS HACE QUE LA VISIÓN DE LA REALIDAD SE DISTORSIONE.



CON EL TRANSCURSO DE LA VIDA SE COMPRENDE QUE EL DOLOR NOS NUTRE, AUNQUE ES PERFECTAMENTE NORMAL QUE LE ESCAPEMOS. 



LAS SITUACIONES EXTREMAS NOS LLEVAN A TOMAR LAS DECISIONES MAS IMPORTANTES.


ES ESENCIAL TENER UNA ACTITUD POSITIVA. ES NECESARIO NO DEJAR QUE EL MAL HUMOR NOS ATRAPE. SIEMPRE HAY MANERAS DE LOGRARLO.



HAY QUE SABER ESPERAR QUE SE SERENEN LAS AGUAS CADA VEZ QUE VIENE LA TORMENTA.



LA DESESPERACIÓN NOS PRESENTA LAS PEORES ALTERNATIVAS.



NADIE DIJO QUE VIVIR FUERA FÁCIL. PERO NO ES IMPOSIBLE CREER, CRECER Y APORTAR DE NOSOTROS A ESTE MUNDO EXTRAORDINARIO, AL CUAL HEMOS VENIDO PARA SER SUS PARTÍCIPES.


GRACIAS POR LEER.


                                                                              lao paunero

viernes, 2 de marzo de 2012

UN CUENTO PARA NO CREER

  En sus calles abundaban los árboles y los empedrados; casas añejas cubiertas con enamoradas del muro, madreselvas y otras enredaderas; ventanas cerradas o algunas entreabiertas, otras por el contrario, abiertas de par en par y golpéandose por el viento, el que a su vez inclina las plantas como reverencíándose a su paso.
  El silencio era muy abundoso, aunque interrumpido por lo parlantoso de las cigarras, ranitas de árbol, grillos y otros bichos.

  Todo hacía de ese pueblo, un lugar apropiado para alimentar la fantasía; el todo se complotaba con sus diversos integrantes, para que ella fuera la dueña y señora del lugar.

 

  Por otro lado el modo de ser parco, callado y nada dado a la conversación de quien ahora les cuento. Se prestaba para que la gente elaborara conclusiones salidas del aire, sobre su vida privada que, sacadas de la nada, terminaban siendo historias llenas de misterios y curiosidades.
Todo se sumaba , al hecho de ser un pueblo bastante aburrido y aislado del mundo.
  Su manera de vestirse improvisada. Utilizaba un largo saco que provenía de su tártara tártara, ajado y sucio hasta mas no poder, irradiante de mal olor acumulado desde los ancestros, que ya ni se le conocía el color original.
  No saludaba, y cuando pasaba expelía una tos nerviosa parecida a un bostezo, que se interpretaba como un saludo o algo así.
  Se adivinaba su proximidad por un fuerte hedor que mezclaba su suciedad con el humo de su pipa, a la cual cada tanto sacaba para pitarla un poco como locomotora para guardarla nuevamente encendida en el bolsillo derecho de su saco. En el izquierdo, se observaba un gran bulto dibujado por el tabaco que allí guardaba.
  Su nombre original era desconocido, vivía en la casona  del lago, de madera, húmeda en la parte inferior. A pesar de que ningún vecino había entrado en ella, se afirmaba que estaba toda sucia por dentro y que dormía en el suelo sobre un montón de ropa y trapos viejos. También se comentaba que su alimento consistía en hojas, raíces, víboras, gusanos, peces y ranas.
  Los chicos lo llamaban El Cuco y los mayores lo conocían como Don Miedo.
  Nunca se lo había visto reir ni llorar. Ni tan siquiera esbozar algo parecido a una palabra o sonrisa. Solamente de tanto en tanto, se le escuchaba como un susurro mezclado con un silbido que ululaba por las noches, lo que se suponía que era un canto o algo parecido.



  Villa Molle era un pueblo pintoresco con ancianos longevos y habladores y alegres niños jugando y brincando por sus calles de piedra. Mujeres piadosas y laboriosas que además de hacer las tareas de la casa, acompañaban a sus maridos en sus trabajos hortícolas , de crianza  de ovejas y aves de corral. Estaba separada de la Gran Ciudad por un rio caudaloso, un monte y una hilera de sierras, entre las cuales pastaban las cabras que  también eran de ellos y, de las cuales aprovechaban la leche, sus cueros y sus carnes; pero eso sí, las sacrificaban cuando les estaba por llegar el final, nunca jóvenes. Un médico solía llegar desde la Ciudad, montado en burro, para atender desde un forúnculo, una caries o alguna que otra necesidad de secundaria importancia. Los partos los asistían los mismos pobladores, por que no solían haber complicaciones. Los fallecimientos los diagnósticaba el mismo funebrero con el testimonio del mismísimo cura, para no perder tiempo en esperar al facultativo.




  Olvidé decirles que una de las costumbres de los habitantes de este pueblo  era ir, grandes y chicos a pescar al río, lo que constituía  un prolífico sustento y medio de diversión.
  Con frecuencia habían ceremonias religiosas con procesiones y todo, a las cuales no faltaban ni los perros.
  Unas dos veces en el año se hacían fiestas patrias en la única escuela, con chocolate para beber y ricas tortas que aportaban las vecinas, con lo cual, dicho sea de paso, todas querían destacarse, beneficiando con ello al mismo pueblo, dado que , las mejores porciones no eran gratis, juntándose dinero para encarar alguna que otra mejora de la misma escuela.
  Tambíén se hacían bailes , en cuya ocasión las casamenteras se ponían los mejores vestidos y perfumes que podían  Pero no quedaban afuera de la competencia, algunas casadas frustradas que buscaban coquetear de alguna manera elegante; éstos, igualmente que las kermeses, se realizaban en el único club que había. En cuya comisión directiva, ocupar algún lugar, daba a los hombres un marcado prestigio,  que les servía  como excusa para despertar el interés de las mismas damas mencionadas.
  Un antigüo bar donde los caballeros se reunían para fanfarronear contando hazañas mentirosas que a muchos de los parroquianos les gustaba creer, mientras que, las muchachas pintarrajeadas, con escotes pronunciados y vestidos colorinches, apoyadas en la escalera que daba a las habitaciones, hacían gestos y exclamaciones fingidas, de admiración, para enganchar algún cliente.
  También durante el día, las señoras y señoritas solían encontrarse  en la  feria de comestibles o en la plaza, donde charlaban e intercambiaban chusmeríos. Mientras que los ancianos sentados en los bancos contaban a los niños y jóvenes, cuentos que venían de los antepasados transmitidos de boca en boca.

   En el interior de las casas no podían faltar retratos de familia con parientes lejanos muy bien trajeados. Con seguridad que mucha de esa ropa de los cuadros, los hijos de los hijos  de los hijos la seguían utilizando como orgulloso legado, desde hacía mas de quinientos años, guardaditos con naftalina cuyos olores se percibían cuando los utilizaban en los velatorios, mezclado con las flores, el exagerado  perfume de las señoras lloronas y el olor que despedía el muerto. No ocurría lo mismo con esa misma ropa, cuando se trataba de un casamiento o fiestas de aniversarios y esa clase de eventos, ya que en esos casos tenían tiempo de ventilarla. Ya que un velorio siempre suele ser de apuro, y si por casualidad, alguien presentía un fallecimiento, al menos por no ser de mal agüero, no se iba a adelantar al suceso.





  Pero como les decía, en  realidad el personaje central de casi todas las conversaciones era Don Miedo para los grandes o Don Cuco para los chicos. Parecía como que hacía falta para cubrir la necesidad de llenar un bache , en este pueblo donde de algo se tenía que hablar.



  También había un viejito de barba que    vivía en una gruta, conocido como Barba Blanca, el cuidacabras, porque eso era lo que hacía para subsistir. Aunque no era lo único  ya que era una persona que le gustaba impregnarse de contacto con la naturaleza, rodeado de cantos de pájaros, pasto fresco y flores silvestres y hacer labores artesanales.
  Era muy bien llevado con todos, especialmente con los niños, que lo rodeaban cada vez que aparecía por el pueblo, donde como rutina se sentaba en un banco que había cerca del Cuartel de Bomberos -que dicho sea de paso, nunca  hacían nada sus integrantes, porque cada incendio que había era pequeño y lo apagaba la misma gente- . Sentado en ese banco entonces, contaba a los niños historias fantásticas. Los mayores lo aceptaban gustosos porque nunca decía chancherías. Era alegre y respetuoso con todos, limpio impecable. Vestía un pantalón campero y una camisa overol perfumada con flores silvestres.



  Barba Blanca había despertado tanto mi curiosidad que, teniendo unos doce años, junto con un amigo de travesuras, nos metimos en medio del bosque para curiosear su cueva. A la que logramos entrar justo cuando el no estaba.
  Encontramos en la misma muchas pilas de cosas, pilas ordenadas, pero toda clase de pilas...de libros...de cajas misteriosas...de platos.....de frascos con miel....con dulces caseros...y pilas y mas pilas.
  Había un catre de troncos muy prolijo, cubierto con una manta de cuero de cabra, una cocina a leña obviamente al lado de una importante cantidad de leña bien apilada; una mesa  con dos sillas. Lo cual me daba la pauta de que alguna vez al menos habría compartido una comida con alguien. También llamó la atención, el hecho de que junto a la chimenea habían algunos cuadros con frases escritas, uno de los cuales decía "Que le pasaría a Villa Molle si Don Miedo no existiera". En ese momento mi perro comenzó a mover la cola e inquietarse, dándome el aviso de que alguien se acercaba. Se escucharon pisadas de hojas y era señal de que Barba Blanca regresaba, entonces nos fuimos por la puerta del fondo a toda velocidad y sin hacer ruido, aunque nos ayudó el hecho de que era un poco sordo.

  Nunca había dicho nada de esta travesura hasta recién ahora que se las cuento a ustedes, dado que nadie lo sospechó. Mi amigo si que sabía guardar un secreto. Hacía unos años, cuando teníamos ocho, habíamos hecho un sagrado pacto de sangre y si lo violábamos las brujas nos comerían como a muchos les ha sucedido y no queríamos arriesgarnos a ello. Eso fue lo que nos hizo guardar silencio de ésta y otras travesuras que no les pienso contar. Esta se las digo porque es inevitable y mi amigo secreto, al que no debo nombrar, está de acuerdo en que lo haga porque yo le pedí la autorización. El lo aceptó siempre y cuando no lo delate. Así será entonces, sobre todo porque no tengo interés en ser comido sin piedad alguna.



final de esta historia por lo menos por ahora:



  Han pasado muchos años,   mi amigo y yo somos muy mayores y no los puedo dejar sin contarles lo mas extraño de este asunto.

  Actualmente soy abuelo y sigo viviendo en Villa Molle. Siendo un muchacho pude comprarme una camioneta un poco vieja pero en buenas condiciones. Desde hace mas de cuarenta años que me vengo ganando la vida haciendo viajes con ella, trayendo mercadería de la Gran Ciudad y haciendo gestiones y mensajería para aprovechar los viajes. Y como tengo aptitudes para ello, hice el periódico de la región, que  así se llama... La Región, ya que sirve de enlace con la Gran Ciudad y algunos habitantes dispersos por la zona. Actualmente se ocupan mis hijos de llevar adelante mis ocupaciones y me han superado con ello. Pero no los quiero cansar con detall
  Lo que les quiero contar es que ni a Don Miedo ni a Barba Blanca se los ha vuelto a ver desde aquella vez que entramos  en la casa. Pero como no se los ha visto morir, la gente respeta los lugares donde siempre habitaron y los han dejado intactos. Ocurre que parece ser que los necesitan vivos.
eríos.


  El otro día se me dió por ir caminando con mi nieto menor para la zona salvaje donde está la morada de El Cuco.
  Pasamos muy cerca de ella y me pareció escuchar un raro silbido que me trajo recuerdos y les puedo asegurar que sentí un familiar olor a humo de pipa.
   Mas adelante pasamos por la catarata y vimos un anciano de barba bañarse en ella y cantar alegremente.



  En el boliche, aún con la costumbre de atrapar la atención de los parroquianos, a los que les gusta creerse todo lo que se les dice...Hay algunos que comentan que Don Miedo y Barba Blanca se reúnen todas las noches a cenar, ocupando las dos sillas de tronco....
  Les puedo asegurar que hasta los perros prefieren creer que estas historias son ciertas.....