lunes, 29 de octubre de 2012

AVENTURAS Y DESVENTURAS DE GREGORIO (capítulo seis)

Después de tanto camino recorrido con sus complejidades y diversiones, llegaron por fin al campo de Pedro, el primo de Manuel; a ésta altura, los que estamos leyendo esta historia, le hemos tomado tanta confianza que lo llamamos Manuel a secas, sin el "Don". 

El pequeño inconveniente es que estaba oscureciendo y de nuevo llovía torrencialmente. Pero los dos primos se abrazaron tan fuerte que parecía que uno de los dos se iba a romper. Se veía entre ambos un lazo mas allá de la sangre; es que la historia compartida junto a la  patria añorada suelen producir efectos como éste; reflexionaba Gregorio. Estas son cosas que se experimentan cuando estamos muy lejos de nuestro suelo y si se lo tuvo que dejar por alguna circunstancia forzada, ni que hablar sobre el punto. Definitivamente en estas situaciones, patria e historia compartida, suelen trascender la sangre misma. 

No te voy a negar que con estas meditaciones se le sumaban nuevos remolinos en su interior, los que terminaban haciéndolo pensar mucho en sus padres; a pesar de que había elegido irse por propia voluntad, un poco la situación familiar lo presionaba.Pero como tampoco podía borrarse a Luciana, ipso facto se la sacaba de la cabeza como a las moscas, porque se decía a si mismo que tenía que convencerse de que las posibilidades con ella habían terminado y que no debía fantasear con ello porque se pondría triste. Pero los recuerdos de sus padres eran casi permanentes y oficialmente admitidos por el circuito de sus neuronas, ya que cada vez que se le cruzaban, desde ahora se ponía contento con ello porque su actitud había evolucionado ya que cuando los extrañaba sentía  que estaban junto a el, que de algún modo lo acompañaban.  


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Una vez el abrazo de Manuel y su primo, se hicieron las presentaciones del caso. Este tenía una esposa nativa argentina de pura cepa, y los tres hijos de ambos,  el mayor tenía diez años, luego unos ocho y una nena de aproximadamente seis años. Ella estaba embarazada de cinco meses, según relataban con orgullo.

Gregorio enseguida fue integrado e ingresado inmediatamente por esta familia, los peones y los perros, como ya es tradición en este cuento, porque como otras veces le había sucedido, el hecho de tener un corazón sencillo hacía que fácilmente se le unieran  quienes eran como él. 

Rodeado y aceptado por los perros y los chicos, después de que los primeros cumplieran el olfateo que les requiere su protocolo habitual y con el torbellino natural de  preguntas que suelen hacer los niños de ambientes sanos para testear a las personas por instinto, en el caso de que les haya entrado en confianza. Al instante se le produjo un dejà vú y tuvo la rara sensación de haber estado otras veces allí y simultáneamente sintió como si se conocieran desde hace mucho.

La parte central de la propiedad, o sea la casa hecha con piedras, el aljibe, el corral, el chiquero, el gallinero, la parra, los frutales, el horno a leña, la huerta y etcétera, se encontraban emplazados en una gran hoya; se adivinaba que habían elegido intencionalmente ese sitio  para protección ante los vientos y los fríos o calores extremos. Tal es así que  por ejemplo que podían plantar algunas hortalizas aún  durante el invierno. A su vez contaban con una cerca de maderas para cuidado de las plantas y otros detalles muy interesantes, como el enorme mortero milenario al lado de la vivienda principal, hecho por los indios y que ellos usaban con orgullo.

Bajaba desde las sierras circundantes una cascada que aumentaba o disminuía  su caudal, según hubiera llovido o nevado. Dicha agua era acumulada en una especie de enorme cisterna  construida con piedras, que al mismo tiempo se utilizaba para beber las personas y los animales, lavar utensilios y ropa y  para riego, regulada por diferentes salidas que abrían o cerraban mediante una piedra gastada a medida. El precioso líquido era  transparente y límpido como nunca había visto nuestro amigo personaje de esta historia.

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Nunca hubiera creido que el tiempo pudiera durar tanto cuando se lo vive intensamente. Se levantaba muy temprano y pudo vivir experiencias únicas para el hasta entonces. Por ejemplo le emocionaba ver a los cabritos de diferente tamaño y multicolores bajar desde las alturas; zorros, liebres y ñandúes, correteando por diferentes lugares, entre otras criaturas.


Una de sus experiencias extremas para su sensible personalidad fue quedarse solo en la inmensidad de las alturas de una de las sierras y poder contemplar el abismo. No dijo nada a los demás, pero ésta situación lo llevó a llorar profundamente ante la grandeza y quedarse pensando conmovido en esa medida.

La otra que le impactó  fue mirar ese cielo de noche, tan oscuro con estrellas tan brillantes, algunas eran fugaces como la vida misma , pensaba, y por otro lado eternas, se decía. Su imaginación le hizo tomar conciencia de  que ese cielo era el  que unía las miradas de tanta gente de todo el planeta y que también era exactamente el que habrían mirado personas que habitaron hace millones de años y que si todo marcha bien en la humanidad, llegaría a ser el que se verá en el futuro hasta la eternidad. 

Gregorio hacía salidas cada tanto, que  le hacían pensar en la intriga de lo que la  vida le tendría reservado para el mañana, o en que sería capaz de hacer con ella. La vida, ese inmenso tesoro que le habían dado a través de sus padres. Es que desde su infancia sus pensamientos eran como de adulto y ahora estaban mas intensificados. Y merodeados por sus ellos casi todo el tiempo.


Como ya era su costumbre por las noches tocaba la guitarra alrededor de un fuego para calentarse, adonde todos se acercaban para pasar un buen rato, ya que no quedaban afuera de este  ritual ni siquiera los perros, que por supuesto  lo habían integrado a la manada. Ya no eran solamente canciones  nostálgicas porque  también entonaban alegres melodías, algunas que aportaban los mismos que lo acompañaban .En ocasiones dejaban la música para compartir historias que también los chicos escuchaban. La cuestión era transmitir alegría;  Gregorio había crecido en ese sentido, aunque no podía dejar de entreverse un poco de su tristeza. Pero como dije que  había evolucionado, se ponía en el lugar de quienes estaban con el, que sabían mucho mas de desarraigo.

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Olvidaba decirte que ni bien bajaron de la carreta, a pesar de la lluvia resolvieron quedarse los tres meses en ese lugar embobados  por lo mágico del entorno y lo sencilla que eran esas personas, refiriéndome no solo a Pedro y su familia sino también a los tres peones que vivían alli. Los que gustosamente compartieron la habitación con los dos visitantes. Uno era un criollo perseguido y culpado por error como cuatrero; otro era hijo de un viejo cacique tehuelche que había venido desde el sur del país cuyo nombre era Benancio y el otro era un italiano que había perdido a toda su parentela en un naufragio. Sus edades promediaban mas o menos en los treinta creo y definitivamente eran muy alegres y sanamente fiesteros; se adivinaba facilmente que la vida se  los había enseñado. Dicho sea de paso, Benancio le explicó al detalle como es que se debe domar un potro hablándole al oido y quitándole las cosquillas por medio de caricias, ampliando sus conocimientos sobre los equinos que tanto le gustaban y homenajeando con sus recuerdos al viejo tobiano. Para que te voy a decir que cosas como éstas lo dejaban a Gregorio como acariciando el cielo.

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Como era tanto lo que le gustaba trabajar, casi todo el tiempo estaba ocupado en algo útil, pero no le pareció conveniente destacarse demasiado, ya que pensaba con inteligencia que lo bueno era no incomodar y dejar que los demás lo incorporaran por propia iniciativa y con comodidad.

 Cortaba leña, limpiaba el gallinero, ayudaba en la cocina, barría  del patio la arenilla que venía con el viento y tantas otras cosas domésticas que hicieran falta. Pero absolutamente todo lo hacía por que se lo habían pedido o permitido los dueños de casa.

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Son dificiles de enumerar las distintas cosas que aprendió de Pedro y los peones, al mismo tiempo de quedar sorprendido con lo mucho que sabía hacer Manuel. Entre tantas cosas le enseñaron a ordeñar, hacer queso, jamón serrano, bondiolas y longanizas,trabajar con la huerta, hasta extraer la miel, cosechar la uva y  las nociones básicas para hacer el vino; y como gran novedad,  a detectar la proximidad de las tormentas por medio del artefacto de radio. 

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Un detalle a tener en cuenta es que Gregorio no mostraba lágrimas ni emociones profundas,  dado que así le habían inculcado vaya uno a saber porqué. Esa enseñanza se fundaba en un pensamiento de su padre de que para ser hombre no se debía demostrar debilidad y eso era entonces lo que hacía. Esta fue en su vida  una consigna que  llevó siempre consigo.....

5 comentarios:

  1. Hola por aqui continuando la lectura,cariños amigo

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  2. Leí todo el relato y partes de él que me gustan mucho, como por ejemplo la descripción del lugar en dónde se encuentra. Me acordé de un pueblo en Guatemala, en dónde por aquellos entonces apenas había luz eléctrica en postes de madera por lo que se podía ver perfectamente el cielo. Ha sido una de las veces que logre ver estrellas fugaces no se porque ahora ya no se miran. Quizás algún cambio en el cielo.

    Saludos Lao. Hasta la otra.

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  3. Lao, al menos se permite descargar sus emociones en soledad, o sea tiene un alma sensible aunque austera ante los demás, me sigo prendiendo en la historia, un abrazo y feliz descanso familiar costero!

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  4. Me gustan mucho los dos párrafos donde hablas de los perros... "como ya es tradición e este cuento" (esa frase es un detalle muy simpático).
    Abrazo.

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  5. ,,,,lo llevó a llorar profundamente ante la grandeza.....

    Me encanto esta sensibilidad frente a la naturaleza.

    Cariños

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