Llegó a ser tan grande mi amistad con Don Gregorio y fueron tantos los momentos compartidos que se hicieron callo en mi memoria y recurrentes en mis reflexiones durante toda la vida.
Como ya te había contado, lo visitaba casi diariamente cuando el era un anciano. A la mañana temprano o a la tardecita se repetía el ritual de compartir unos mates amargos, un rato de charla y en repetidas ocasiones yo le tendía una mano de ayuda en lo que necesitase, como subir al techo para hacer algún arreglo, atenderle la huerta y otros menesteres. Pero cuando tenía tiempo me quedaba a escuchar sus historias, a las que solía repetir una y otra vez; pero a mi no solamente no me cansaba escucharlas nuevamente, sino que siempre les encontraba detalles nuevos que incluso me daban muchas enseñanzas para mi propia vida. Creo que nunca he tenido un intercambio tan intenso y aleccionados como en las conversaciones de Don Gregorio al que nunca podré olvidar.
Habían pasado tantos años desde aquél viaje a Tandil.
Recordarás que gran parte de esta historia comenzó cuando Gregorio siendo muy joven impulsado por sus ideales de búsqueda de rumbo y la necesidad de tomar distancia con respecto a su familia, entonces resolvió alejarse para encontrar caminos y respuestas. Inicialmente acostumbrado a un estilo de traje y corbata trabajó durante mucho tiempo en una estancia de Paysandú, Uruguay, conoció entonces un estilo de vida muy diferente al que estaba acostumbrado pero comprobó que se podía adaptar fácilmente y que le quedaba a medida; regresó de nuevo al Puerto de Buenos Aires e hizo de peón en un circo donde pierde su caballo sin encontrar explicación, justo en los dias en que consiguió un trabajo fijo y lugar donde dormir y alimentarse en una cantina italiana que regenteaba Don Alfeo con cuya hija Luciana se inició una mutua simpatia que terminó en romance; recordarás entonces que, encontrándose en la cantina conoce al señor Irazabal, un hombre vestido muy formal que le toma una prueba y le ofrece un trabajo en la Aduana, donde Gregorio pone a prueba toda su capacidad para el desempeño de su labor y don de gentes. Fue entonces que Don Manuel, dueño de un bodegón que conoció casualmente al buscar donde almorzar, ya que le quedaba de paso entre su trabajo y la pensión en que se hospedaba, le ofrece viajar a Tandil.
Gregorio aprendió tantas cosas en estos dias que le hicieron tomar conciencia de sus propias capacidades, desarrollarse en ellas, tratando cotidianamente con diferentes inmigrantes. Pero lo mas importante fue su evolución interior, tomando progresiva conciencia del lazo con sus padres y desarrollándose en consecuencia la necesidad de verlos. Mientras tanto tuvo que cargar sobre sus hombros muchos sufrimientos, entre ellos, la decepción de que justo cuando iba a encontrarse con Luciana para dar un paso mas serio en la relación con ella, había llegado de Italia Carlos Caloggero, el prometido de ésta para matrimoniarse.
Se alejó de la Cantina y a partir de entonces no volvió a verse con esta italianita, solamente vio a sus padres en ocasión de despedirlos antes del viaje, quedándose con la idea de que estarían organizándose para la boda.
Mientras estaba en la Granja Doña Nolfa, recibió un sobre perfumado que la joven le había enviado y que éste guardó sin abrir en el fondo de su bolso marinero olvidándose de su existencia porque daba por supuesto de que era una carta que le avisaría de la ceremonia y festejo del casamiento, y por descontado de que no iba a poder asistir a dichos eventos por su viaje a la granja del primo de Don Manuel localizada en un paraje llamado Tandil.
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Estábamos entonces en aquella etapa de grandes confusiones y planteos en Gregorio.
Hacía una semana que había vuelto del viaje y, obviamente regresado a su trabajo.
Diariamente almorzaba y cenaba en el Bodegón con la condición de que Don Manuel le cobrase, lo cual a esta altura de la relación no lo quería hacer, recordemos incluso su propuesta pendiente de que fueran socios. Le había dicho..."¡hombre somos amigos!" "¡no quiero que me pagues!"; ante lo que Gregorio le respondió que ..."con mayor razón es que pienso pagarte".
Esos detalles de educación, fueron los que entre otros aspectos, lo hacían un ser respetado y querible por quienes lo trataban.
Es que en realidad, es de verdadera amistad el valorar el trabajo del otro. Esta es una cuestión que no todos la comprenden con claridad y que algunos de hacen que no comprenden sacando ventaja a una relación fingida.
Otras de las características que tenía, era que sabía escuchar un consejo siempre que le fuera dado con respeto...
Así fue como Don Manuel con cierta sabiduría y afecto le dijo un dia "mira que si un dia te encuentras enredao en tus pensamientos, lo que tienes que hacer es empezar por el callo que mas te duele", ésto lo hizo asociar con lo que le habría dicho Don Alfeo cuando lo vio muy confudido justamente en la ocasión en que el Señor Irazabal le habría ofrecido el trabajo... "amici en la vida
tené que salir primero de un charco para depué pensar en el otro"
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Esa noche estaba acostado en la pieza de la pensión mirando hacia el techo y se le cruzaban esos dos consejos, de esas dos personas tan significativas como lo eran Don Manuel y Don Alfeo. Se durmió pensando y preguntándose "¿cual será el callo que mas me duele? ¿cual es el primer charco que debo pasar?"
También se le pasaba la idea sobre "¿que le aconsejarían sus padres sobre ésto?". Pero se daba cuenta de que mucho caso no tenía tal planteo, porque nunca habían sido de darle consejos explícitos al menos. Pero como los amaba tanto, los justificaba diciéndose que seguramente sus razones tendrían para ser así y en consecuencia no los juzgaba para nada.
Es evidente que, aunque no se diera cuenta, los dones reflejados en su actitud ante sus padres, de algún lado los habría recibido ¿no?
Se le cerraron los ojos del cansancio y lo atrapó Morfeo tan pesadamente como aquella vez en la que había estado tirado en la entrada de la estancia de Paysandú.
Se durmió muy profundo soñando todo el tiempo con la linda y simpática Italianita. Hasta bailaron tarantela y todo.
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Por la mañana se despertó sobresaltado porque era la hora de su trabajo y ahora que era director mas todavía porque debía dar el ejemplo, aunque siempre había sido cumplidor.
A la hora del almuerzo cuando fue al bodegón, en el momento en que Manuel se sentó en su mesa le exclamó " ¡ya descubrí cual es el callo!", ante lo que el gallego largó una fuerte carcajada recordando sus propias palabras.
Luego le hizo el comentario de que no iría a cenar esa noche y Manuel con una amplia sonrisa le dijo "¡pues eso ya lo sabía, hombre!"
mi propósito es transmitir en forma de prosa o poética, frases y pensamientos que lleven poco tiempo de leer y mucho para pensar. mi otra intención es, en apariencia contradictoria, poder hacerles conocer algunos cuentos creados por mi y ciertos relatos vinculados con la realidad que requerirán mayor tiempo de lectura. Quien quiera pasar por aquí, opine o no, será muy bien recibido. muy agradecido y muchos saludos a todos
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Disfruto leyendote amigo
ResponderEliminarabrazo.
Lao a usted se le aprende siempre, porque mientras recuerda y escribe uno lee el mundo
ResponderEliminarLao, yo me quedo con un callo, y la carta qué decía? Y Luciana al final fue su mujer? Espero ansiosa la respuesta, un abrazo!
ResponderEliminarVeremos que sigue......
ResponderEliminarCariños