De buenas a primeras proveyeron a Gregorio de ropa adecuada para la función que iba a desempeñar en la aduana. Se sentía como que había vuelto un poco a sus raíces ya que tenía que vestir de traje y corbata, dado las formalidades de esas épocas. Y tan elegante como era naturalmente, debía sentarse ante un lujoso escritorio durante ocho horas por dia atendiendo filas de personas que llegaban al Puerto de Buenos Aires provenientes de distintos países, aunque casi todos eran europeos.
El tener que entrevistar a españoles salvo excepciones, no le traían mayores dificultades debido al lenguaje, pero gradualmente se le iba complicando cuando se trataba de italianos, yugoslavos, alemanes, polacos y otras nacionalidades.Pero la realidad es que le causaba gran satisfacción y fue mucho lo que aprendió de todas las personas que llegaban, dándose cuenta que era mucho mas esfuerzo para ellos, el haber tenido que dejar su pais que el suyo por haberse alejado de la familia. Ésto le produjo gran remolino interior y le hacía reflexionar.
Básicamente su trabajo consistía en anotar en un gran libro, los nombres de éstas personas junto a los miembros del grupo familiar con quienes venían. Lo que le costaba mas en general, era anotar sobre todo los apellidos, porque había algunos que no sabían escribir y obviamente les costaba expresarlo por el idioma, además de que en muchos casos los documentos que traían estaban borrosos o demasiado ajados. Pero como su don de gentes era tan grande, heredado tal vez; junto a su buena predisposición, hacía que se facilitaran las cosas; adquiriendo con la práctica mayor habilidad . Por otro lado, las órdenes que había recibido, era que debía agilizar el todo por el todo, el ingreso de estos honorables y bien recibidos inmigrantes. Los cuales compartían un mismo objetivo, que era el de poder radicarse, lo cual implicaba conseguir un techo y un trabajo inmediato para luego, con el tiempo lograr mayor estabilidad, dependiendo ello de la capacidad, vinculaciones, posición social y, principalmente, de la buena suerte.Hago notar aquí, que muchas veces, en los casos en que eran familias numerosas, sus miembros se veían obligados a separarse, por lo menos al comienzo, porque se les hacía mas complicado el lograr ubicación, ello doblaba el esfuerzo y sacrificio.
No voy a negar, que ya estando dentro del país, habían algunas malas personas oportunistas que los querían engañar ofreciéndoles tentadoras alternativas, pero eran muy pocos los que caían en esas trampas. Es justo decir que, entre los que venían al país, venía algún pícaro mezclado entre ellos.
La mayoría de ellos se ayudaban mutuamente, haciendo frente común y compartiendo los recursos que tuvieran a su alcance, fueran o no de la misma nacionalidad, aunque lo natural era que en principio se ayudasen los connacionales. El hecho concreto es que, al compartir la misma situación, aunque no se hubiesen conocido desde antes, los hacía sentirse como hermanos , por lo menos al principio, hasta organizarse; pero en la mayoría perduraba la relación aunque pasasen años sin verse.
La tarea de Gregorio allí terminaba, pero no podía dejar de tratar de entender en profundidad a estas personas, aunque las mismas tal vez no se diesen cuenta de ello.
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La pensión la consiguió fácilmente, aunque tuvo que compartir la habitación con cinco personas mas, durmiendo en camas cuchetas. También el baño era de uso compartido y esa era la parte mas difícil. Había una mesa y cocina para uso común, pero casi nunca tuvo que utilizarla. El trato con estas personas se circunscribía a buenos días...buenas noches, ya que como norma no escrita acostumbraban a no hablarse o preguntarse cosas entre ellos, lo cual resguardaba un poco la privacidad que Gregorio deseaba, por lo tanto le venía bien que así fuera.
A trabajar comenzaba a las ocho horas, con un intervalo para descanso de trece a dieciséis, lo cual le daba tiempo para ir a bañarse y almorzar en un bodegón que quedaba muy cerca y pertenecía a un señor gallego llamado Manuel, con quien de a poco tomó confianza y se quedaba rutinariamente charlando hasta minutos antes de volver al trabajo. Éste se mostraba encantado por la manera en que Gregorio gozaba de sus pucheros, pescados y otros ricos platos que los españoles saben muy bien hacer.
El desayuno y la merienda se lo daban en el trabajo, mientras atendía al público. El horario de salida era a las veinte horas, a pesar de estar cansado, en forma casi regular se dirigía a la cantina a comer y a reir un rato, donde muchas veces no le querían ni cobrar teniendo en cuenta el vínculo de mutua simpatía que se había desarrollado.
Luciana, la italianita, lo hacía trasladarse a otra dimensión, lo cual era como un bálsamo de fantasías que tanto bien le inducía a una personalidad bastante acostumbrada a la introversión como la de Gregorio. Lo hacía reir mucho y a disfrutar con su belleza y naturalidad en el modo de ser, al mismo tiempo que a esa altura se deslizaban alguna que otra caricia. Aparentemente, los padres de ella, no ponían objeción alguna a esta amistad o posible romance. No intervenían, pero parecían estar a la expectativa de un posible desenlace. Ésto influyó grandemente en nuestro personaje para que ni pensara en alejarse de la zona.
Aún así, cuando le llegaba la hora de dormirse, se le continuaban cruzando por su mente los recuerdos familiares, especialmente de sus padres.
En los sueños se le combinaban imágenes de la italianita, sus padres, el tobiano, los equilibristas, la tarantela y tantas otras cosas, que al despertarse no recordaba.
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El trabajo de la aduana le fue resultando con el tiempo, como es lógico, un tanto rutinario, pero como su mente y su corazón volaban por otros lados, a pesar de no distraerse para el cumplimiento de su tarea, no le afectaba para nada, al menos por ahora, como el mismo reflexionaba. En cierto modo, se podía decir que estaba contento y no se planteaba nuevas decisiones por el momento.
Don Manuel, el dueño del bodegón donde almorzaba, resultó ser muy dado a la charla y, habíéndole tomado afecto y confianza, le contaba historias de su tierra muy apasionadamente, haciéndole pasar el tiempo muy entretenido hasta tener que llegaba la hora de regresar al trabajo. Lo cual le divertía e interesaba mucho a Gregorio. Entre otras cosas le compartió que su primo José se había radicado en un lugar llamado Tandil, que estaba en el centro mismo de la provincia donde había logrado instalar una granja y, estaba muy claro que los temas vinculados con la cría de animales y cultivo de verduras particularmente, le atrapaban mucho el interés y su atención, a tal punto que en alguna que otra oportunidad casi llegó tarde a la aduana, para la cual salía corriendo porque eso si, era muy responsable.
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Trancurrió un año de desempeño en la aduana y nuestro joven, se había prácticamente profesionalizado en sus responsabilidades, ganando un excelente concepto.
Por otro lado, a esa altura, ya los padres de Luciana parecía como que los consideraban a ambos practicamente novios a pesar de que entre ellos aun no se había hablado claro sobre el tema. Salían a pasear todos los fines de semana y circulaba algún besito que otro entre los dos y ya era costumbre que compartieran en familia la mesa de los domingos.
Un viernes por la noche, Gregorio iba hacia la cantina con serios planes de hablar claro con su italianita y definir la relación, habiéndole perdido para ese entonces, el temor al compromiso, como solía ocurrirles en aquellos tiempos a algunos hombres jóvenes que se encontraban tras la búsqueda de su libertad. En lugar de flores, le compró un pañuelito bordado a mano que le entregaría en la ocasión. Lo que creía tener muy presente era que los padres de ésta apoyarían con agrado la relación, por lo tanto estaba dispuesto a ir directamente al grano y con todas las formalidades que el caso requería.
A medida que iba llegando, los latidos se iban acelerando al ritmo de sus pasos ligeros.
Cuando entró en la cantina tuvo que guardarse el discurso para otro carnaval, porque allí estaba Luciana, que muy contenta y sin rubor alguno le presentó con aparente entusiasmo a quien sería su novio comprometido desde hacía años, recién llegado de Italia.
Obligadamente tuvo que mantener un trato amable, cenó con todos como ya era costumbre pero ni te cuento lo mal que le cayó la comida, porque las consecuencias fueron muy desagradables.
Se despidió con cortesía y dignidad, mas temprano que de costumbre, argumentando que ese día había tenido mucho trabajo y necesitaba dormir......
mi propósito es transmitir en forma de prosa o poética, frases y pensamientos que lleven poco tiempo de leer y mucho para pensar. mi otra intención es, en apariencia contradictoria, poder hacerles conocer algunos cuentos creados por mi y ciertos relatos vinculados con la realidad que requerirán mayor tiempo de lectura. Quien quiera pasar por aquí, opine o no, será muy bien recibido. muy agradecido y muchos saludos a todos
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Interesante, este Gregorio se tardó demasiado en decidirse a declararle su amor a la italianita.
ResponderEliminarSeguiremos leyendo.
Besos Lao
Hm! ya se nos complicó el asunto con Luciana, pero esperemos que termine su relación con el novio para que se relacione con el protagonista.
ResponderEliminarUn abrazo, Lao.
p.d. nos tienes bien pendientes de la secuencia.
Cuando alguien te toca el corazón, todo lo demás se derrumba.
ResponderEliminarMuy buen relato.
Un fuerte abrazo.
Bueno, mal paso para nuestro Gregorio, una desilusión, pero conociéndolo, no tardará mucho en recuperarse y seguir camino adelante, tiene alas en los pies! Un abrazo
ResponderEliminarDON LAO
ResponderEliminarMás allá de que DON GREGORIO finalmente se hubiera cansado de su trabajo en la aduana por resultrle rutinario. ¿qué suerte tuvieron los inmigrantes de ser recibidos por él con su don de gentes ¡.Hay muchos trámites que jamás hago porque no me gusta el trato de los empleados al público, y actualmente toda la gente joven (salvo excepciones) tratan con antipatía y sequedad. Imaginate venir en barco, cansado, fatigado, con tristeza, dejando a tu tierra, tu pasado, tu vida, todo.....y llegar para no saber que hacer, y que te reciban mal. Menos mal que estaba GREGORIO, y lo digo en serio. Pero ahora él ¿podría darse el lujo de renunciar a ese empleo ¿¡cuánto trabajo había antes en el mundo y que pocos empleos hay ahora ¡, en Europa, EE UU, y acá
Seguiré las aventuras y desventuras de Gregorio. Muy buena narración la tuya.
ResponderEliminarGracias por pasarte por mi recien iniciado blog
Saludos
Amigo Lao
ResponderEliminarMe encanta leerte.
Gregorio me lleva a ese mundo de emigrantes canarios como fué mi abuelo uno de tantos que emigraron a Argentina,a Cuba ect
Seguiré con todo mi cariño hacia tí las andanzas de Gregorio que promete mucho
Con cariño Victoria
Seguiendote en tus letras, a traves de este personaje, al que la vida lentamente va marcando.
ResponderEliminarCariños