lunes, 29 de octubre de 2012

AVENTURAS Y DESVENTURAS DE GREGORIO (capítulo seis)

Después de tanto camino recorrido con sus complejidades y diversiones, llegaron por fin al campo de Pedro, el primo de Manuel; a ésta altura, los que estamos leyendo esta historia, le hemos tomado tanta confianza que lo llamamos Manuel a secas, sin el "Don". 

El pequeño inconveniente es que estaba oscureciendo y de nuevo llovía torrencialmente. Pero los dos primos se abrazaron tan fuerte que parecía que uno de los dos se iba a romper. Se veía entre ambos un lazo mas allá de la sangre; es que la historia compartida junto a la  patria añorada suelen producir efectos como éste; reflexionaba Gregorio. Estas son cosas que se experimentan cuando estamos muy lejos de nuestro suelo y si se lo tuvo que dejar por alguna circunstancia forzada, ni que hablar sobre el punto. Definitivamente en estas situaciones, patria e historia compartida, suelen trascender la sangre misma. 

No te voy a negar que con estas meditaciones se le sumaban nuevos remolinos en su interior, los que terminaban haciéndolo pensar mucho en sus padres; a pesar de que había elegido irse por propia voluntad, un poco la situación familiar lo presionaba.Pero como tampoco podía borrarse a Luciana, ipso facto se la sacaba de la cabeza como a las moscas, porque se decía a si mismo que tenía que convencerse de que las posibilidades con ella habían terminado y que no debía fantasear con ello porque se pondría triste. Pero los recuerdos de sus padres eran casi permanentes y oficialmente admitidos por el circuito de sus neuronas, ya que cada vez que se le cruzaban, desde ahora se ponía contento con ello porque su actitud había evolucionado ya que cuando los extrañaba sentía  que estaban junto a el, que de algún modo lo acompañaban.  


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Una vez el abrazo de Manuel y su primo, se hicieron las presentaciones del caso. Este tenía una esposa nativa argentina de pura cepa, y los tres hijos de ambos,  el mayor tenía diez años, luego unos ocho y una nena de aproximadamente seis años. Ella estaba embarazada de cinco meses, según relataban con orgullo.

Gregorio enseguida fue integrado e ingresado inmediatamente por esta familia, los peones y los perros, como ya es tradición en este cuento, porque como otras veces le había sucedido, el hecho de tener un corazón sencillo hacía que fácilmente se le unieran  quienes eran como él. 

Rodeado y aceptado por los perros y los chicos, después de que los primeros cumplieran el olfateo que les requiere su protocolo habitual y con el torbellino natural de  preguntas que suelen hacer los niños de ambientes sanos para testear a las personas por instinto, en el caso de que les haya entrado en confianza. Al instante se le produjo un dejà vú y tuvo la rara sensación de haber estado otras veces allí y simultáneamente sintió como si se conocieran desde hace mucho.

La parte central de la propiedad, o sea la casa hecha con piedras, el aljibe, el corral, el chiquero, el gallinero, la parra, los frutales, el horno a leña, la huerta y etcétera, se encontraban emplazados en una gran hoya; se adivinaba que habían elegido intencionalmente ese sitio  para protección ante los vientos y los fríos o calores extremos. Tal es así que  por ejemplo que podían plantar algunas hortalizas aún  durante el invierno. A su vez contaban con una cerca de maderas para cuidado de las plantas y otros detalles muy interesantes, como el enorme mortero milenario al lado de la vivienda principal, hecho por los indios y que ellos usaban con orgullo.

Bajaba desde las sierras circundantes una cascada que aumentaba o disminuía  su caudal, según hubiera llovido o nevado. Dicha agua era acumulada en una especie de enorme cisterna  construida con piedras, que al mismo tiempo se utilizaba para beber las personas y los animales, lavar utensilios y ropa y  para riego, regulada por diferentes salidas que abrían o cerraban mediante una piedra gastada a medida. El precioso líquido era  transparente y límpido como nunca había visto nuestro amigo personaje de esta historia.

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Nunca hubiera creido que el tiempo pudiera durar tanto cuando se lo vive intensamente. Se levantaba muy temprano y pudo vivir experiencias únicas para el hasta entonces. Por ejemplo le emocionaba ver a los cabritos de diferente tamaño y multicolores bajar desde las alturas; zorros, liebres y ñandúes, correteando por diferentes lugares, entre otras criaturas.


Una de sus experiencias extremas para su sensible personalidad fue quedarse solo en la inmensidad de las alturas de una de las sierras y poder contemplar el abismo. No dijo nada a los demás, pero ésta situación lo llevó a llorar profundamente ante la grandeza y quedarse pensando conmovido en esa medida.

La otra que le impactó  fue mirar ese cielo de noche, tan oscuro con estrellas tan brillantes, algunas eran fugaces como la vida misma , pensaba, y por otro lado eternas, se decía. Su imaginación le hizo tomar conciencia de  que ese cielo era el  que unía las miradas de tanta gente de todo el planeta y que también era exactamente el que habrían mirado personas que habitaron hace millones de años y que si todo marcha bien en la humanidad, llegaría a ser el que se verá en el futuro hasta la eternidad. 

Gregorio hacía salidas cada tanto, que  le hacían pensar en la intriga de lo que la  vida le tendría reservado para el mañana, o en que sería capaz de hacer con ella. La vida, ese inmenso tesoro que le habían dado a través de sus padres. Es que desde su infancia sus pensamientos eran como de adulto y ahora estaban mas intensificados. Y merodeados por sus ellos casi todo el tiempo.


Como ya era su costumbre por las noches tocaba la guitarra alrededor de un fuego para calentarse, adonde todos se acercaban para pasar un buen rato, ya que no quedaban afuera de este  ritual ni siquiera los perros, que por supuesto  lo habían integrado a la manada. Ya no eran solamente canciones  nostálgicas porque  también entonaban alegres melodías, algunas que aportaban los mismos que lo acompañaban .En ocasiones dejaban la música para compartir historias que también los chicos escuchaban. La cuestión era transmitir alegría;  Gregorio había crecido en ese sentido, aunque no podía dejar de entreverse un poco de su tristeza. Pero como dije que  había evolucionado, se ponía en el lugar de quienes estaban con el, que sabían mucho mas de desarraigo.

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Olvidaba decirte que ni bien bajaron de la carreta, a pesar de la lluvia resolvieron quedarse los tres meses en ese lugar embobados  por lo mágico del entorno y lo sencilla que eran esas personas, refiriéndome no solo a Pedro y su familia sino también a los tres peones que vivían alli. Los que gustosamente compartieron la habitación con los dos visitantes. Uno era un criollo perseguido y culpado por error como cuatrero; otro era hijo de un viejo cacique tehuelche que había venido desde el sur del país cuyo nombre era Benancio y el otro era un italiano que había perdido a toda su parentela en un naufragio. Sus edades promediaban mas o menos en los treinta creo y definitivamente eran muy alegres y sanamente fiesteros; se adivinaba facilmente que la vida se  los había enseñado. Dicho sea de paso, Benancio le explicó al detalle como es que se debe domar un potro hablándole al oido y quitándole las cosquillas por medio de caricias, ampliando sus conocimientos sobre los equinos que tanto le gustaban y homenajeando con sus recuerdos al viejo tobiano. Para que te voy a decir que cosas como éstas lo dejaban a Gregorio como acariciando el cielo.

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Como era tanto lo que le gustaba trabajar, casi todo el tiempo estaba ocupado en algo útil, pero no le pareció conveniente destacarse demasiado, ya que pensaba con inteligencia que lo bueno era no incomodar y dejar que los demás lo incorporaran por propia iniciativa y con comodidad.

 Cortaba leña, limpiaba el gallinero, ayudaba en la cocina, barría  del patio la arenilla que venía con el viento y tantas otras cosas domésticas que hicieran falta. Pero absolutamente todo lo hacía por que se lo habían pedido o permitido los dueños de casa.

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Son dificiles de enumerar las distintas cosas que aprendió de Pedro y los peones, al mismo tiempo de quedar sorprendido con lo mucho que sabía hacer Manuel. Entre tantas cosas le enseñaron a ordeñar, hacer queso, jamón serrano, bondiolas y longanizas,trabajar con la huerta, hasta extraer la miel, cosechar la uva y  las nociones básicas para hacer el vino; y como gran novedad,  a detectar la proximidad de las tormentas por medio del artefacto de radio. 

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Un detalle a tener en cuenta es que Gregorio no mostraba lágrimas ni emociones profundas,  dado que así le habían inculcado vaya uno a saber porqué. Esa enseñanza se fundaba en un pensamiento de su padre de que para ser hombre no se debía demostrar debilidad y eso era entonces lo que hacía. Esta fue en su vida  una consigna que  llevó siempre consigo.....

martes, 23 de octubre de 2012

AVENTURAS Y DESVENTURAS DE GREGORIO (capítulo cinco)

Habiéndose enterado sorpresivamente que Luciana tenía un novio en Italia, llamado Caloggero y recién llegado a la Argentina para casarse con ella por un compromiso previo. Gregorio, arrebatadamente según su joven edad, se fue entonces de la cantina antes de lo acostumbrado saludando con buenos modos y como era lógico, sin hacer mayores comentarios se despidió diciendo que tendría que levantarse muy temprano.

La verdad es que se fue para la pensión pateando tachos por el camino, porque era  tanta su bronca que le costó mucho apaciguarse.

Se le cruzaban muchas imágenes y porqué negarlo, sentimientos de angustia y desesperación. Fue dándose cuenta de que en realidad hay que ser un poco mas decidido y no esperar tanto en las cuestiones del cuore. Pero también se había apresurado en retirarse tan pronto de la cantina, sin darse cuenta de lo que estaba haciendo. Pero en fin, así son las cosas de los sentimientos, los que muchas veces nos hacen jugarretas que las ignoramos a tal punto, que se encuentran ante nuestras narices sin que nos demos cuenta de ello.

Esa noche como es lógico durmió muy mal, moviéndose todo el tiempo en la cama y soñando tanto dormido como despierto. Tal es asi que siendo la madrugada lo invadieron nuevos pensamientos que lo impulsaban a borrar las amarguras.

Es muy propio de los jóvenes temperamentales la recuperación rápida, o por lo menos el buscar refugios en otras ideas como para intentar olvidarse, cosa que no pudo lograr del todo, ya que en adelante y muy seguido, Luciana aparecería en sus sueños y rondaría por su mente.  Volvió a valerse de su guitarra para cantar canciones tristonas para llenar la nostalgia y  la  confusión, a la cual se sumaban esa mujercita encantadora en primer lugar, además de otros tantos recuerdos.

Comenzó a pensar entonces en que es lo que necesitaría para un nuevo cambio en su situación. A pesar de que   el trabajo en la aduana le había brindado mucha experiencia  y  satisfacción, a cambio de dar un buen servicio lo cual lo hacía muy feliz, descubriendo al fin de que en realidad no era muy ambicioso y  que eso era un aspecto de uno, que recién empieza a entenderlo y descu brirlo cuando el dinero se haya mas al alcance de las posibilidades . Entonces, como era muy austero y de pocas necesidades y pretensiones, fue guardando casi sin querer bastante plata, lo cual  lo impulsó a tomar la decisión de que "mañana mismo" durante la hora de descanso, pondría en el banco todo lo que disponía y "vería en que utilizarla a su debido tiempo". A partir de entonces y durante toda su vida, adoptó esa costumbre de ahorrar, lo cual le fue facilitando el tomar decisiones importantes o afrontar situaciones inesperadas. Conservaba solamente  lo indispensable para cubrir sus necesidades básicas o para darse algún gusto para el o para una persona querida que la vida le fue presentando.

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Pasaron unos tres meses desde lo ocurrido con la italianita y no había regresado a la cantina. Y resultó que en el trabajo le ofrecieron vacaciones pagas durante un mes, prorrogables por otros dos pero sin salario en ésta última opción, a condición que se mantuviera en contacto con la oficina. Esto serviría a que dos nuevos aprendices practicaran en su lugar, que en gran parte habían sido adiestrados por el y, en ese caso les vendría bien, reflexionó.

 Se podría decir que fue por casualidad que un día almorzando en el bodegón, Manuel el gallego cuando lo vio, le dijo con tono eufórico y alegre que "cuando termines quiero hablar contigo". Ese día le había servido una de esas ricas tortillas que solamente los españoles saben hacer, acompañada de ensalada de verduras y luego  de postre, unos ricos pasteles dulces. 

Habiendo terminado de comer ,   se acercó Manuel a la mesa sirviéndole practicamente de prepo una copa de buen Jerez  además de no aceptarle cobro alguno por el consumo de esa ocasión; inmediatamente mirándolo fijamente le propuso que lo acompañara a visitar a su primo José radicado en Tandil, "el que te conté  que tiene la granja", de lo que Gregorio se acordaba perfectamente, ya que le había despertado mucho interés  debido a su motivación por las cosas de la naturaleza;  aceptó la propuesta sin chistar, ya que parecía que era lo que justamente estaba necesitando hacer. El bodegón quedaría al cuidado de otro primo proveniente también de la mismísima España. Don Manuel no tenía muchas ataduras debido a su condición de viudez y falta de hijos que cuidar.


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Tuvo una semana para organizarse para el viaje y lo pudo hacer coincidir con sus vacaciones gracias al buen concepto que  había sabido ganar y la presencia de los principiantes. Ante ello, don Irazabal su jefe, le dijo que teniendo  en cuenta  la distancia, ante cualquier cosa era conveniente que  por lo menos le enviase un telegrama o una carta por correo.

Como Gregorio era bien educado resolvió entonces  ir a  despedirse de Luciana y lo hizo enseguida, aunque como ésta no se encontraba, saludó a  sus padres, quienes le comentaron que tardaría en regresar porque había ido en compañía de Caloggero a realizar unas compras al centro, haciéndole  pensar en consecuencia que estarían organizándose para la boda; les encargó sus saludos para ella y como gesto de buen gusto les pidió que le dieran aquél pañuelo bordado con el nombre de ella  como un regalo de su parte. Sus padres lo tomaron con naturalidad y simpleza, saludándolo con mucho afecto y expresando que estaban muy contentos de que hubiera ido a saludarlos. Era lógico que tuvieran ese sentimiento porque no había regresado desde aquel entonces y le guardaban mucho afecto.  Se veía muy claro la sabiduría de éstos para manejarse en situaciones donde los sentimientos son sus protagonistas. Don Manuel lo había acompañado en esta visita por pedido suyo, resultando entonces mas llevadera la situación . Pero como éste era muy discreto, actuó como si no se diera cuenta de nada.

Cuando llegó el dia del viaje, apareció éste en la pensión a la madrugada  con una carreta de cuatro caballos. El ayudante del conductor tomó todos los bártulos de Gregorio y los amarró muy fuerte en la parte superior. Entre los cuales, estaba toda su ropa y objetos personales dentro de la bolsa marinera que aun conservaba y por separado la guitarra, que terminó siendo su compañera inseparable desde que el dueño de la estancia de Paysandú se la obsequiara. 

Su ropa de trabajo había quedado bien  resguardada en la misma pensión, donde no tuvieron inconvenientes en reservarle la habitación sin costo alguno, dado que era considerado un funcionario público, lo cual implicaba en aquellos tiempos contar con un gran respeto a lo que se sumaba su probo estilo de ser que tenía naturalmente.

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Gran parte del viaje se hizo bajo la lluvia y sobre camino barroso y pedregoso. Pero el entusiasmo de ambos era tan grande que superaron fácilmente toda adversidad y se divertían como chicos. Manuel era de muy buen talante y espíritu alegre.

El trayecto fue sinuoso, ondulante y en ascenso cada vez mayor, en la  medida que se iban acercando a las sierras. Tuvieron que hacer cinco paradas, en dos de las cuales pernoctaron en casas de piedra muy bajas. Sus ocupantes eran familias sencillas y muy hospitalarias que se dedicaban a la cría de cabras principalmente. Les explicaron que la altura de las viviendas era para soportar el viento . Dormían las cabras con ellos para que se mantuviese calentito  porque  eran los meses de pleno invierno, a pesar de que a Gregorio y Manuel los hacía sentir un tanto incómodos,  lo tomaron como aventura, sabiendo que con el tiempo se reirían de ello.

En todas las paradas que hicieron se les daba de beber a los equinos , se los lavaba y se les ponía en condiciones las patas delanteras y traseras. Además estas amables personas les proporcionaban en cada parada ,leche, queso de Cabra y pan horneado a leña  para que pudieran continuar el viaje a gusto y con calorías suficientes.

Las únicas dificultades imprevistas que tuvieron fueron además de la lluvia y una rueda que hubo que arreglar porque casi se salió del carruaje, fue la diarrea persistente que le agarró al ayudante del carretero luego de la segunda parada, que los obligó a demorarse bastante y tener que detenerse varias veces durante unos minutos como para que éste pudiera ir corriendo entre los yuyos para hacer lo suyo a los costados del camino con viento a favor y a cierta distancia, no fuera el caso de que salpicara la carreta, decía ellos bromeando. Dicha cagadera fue atribuida a las cinco tazas de te de piperita que se había bebido. Mientras tanto  debatían por el camino si el nombre correcto no era piperina y creo que tenía razón Gregorio que era quien defendía esta última expresión. Aunque por otro lado pensaban que habría bebido alguna otra hierba que le habrían dado como broma pesada, teoría sustentada por Don Manuel. Fue entonces que se llevaron ambas dudas como mochila del trayecto, las que nunca quedaron aclaradas definitivamente. Quien permaneció callado y con risa contenida, sin omitir opinión , posiblemente para no alterar al ayudante, fue el carretero.

Sin embargo cuando paso un rato largo y mucho trecho recorrido,  no pudieron evitar reirse durante casi todo el resto del viaje, incluido el mismo acompañante......

sábado, 13 de octubre de 2012

AVENTURAS Y DESVENTURAS DE GREGORIO (capítulo cuatro)

 De buenas a primeras proveyeron a Gregorio de ropa adecuada para la función que iba a desempeñar en la aduana. Se sentía como que había vuelto un poco a sus raíces ya que tenía que vestir de traje y corbata, dado las formalidades de esas épocas. Y tan elegante como era naturalmente, debía sentarse ante un lujoso escritorio durante ocho horas por dia atendiendo filas de personas que llegaban al Puerto de Buenos Aires provenientes de distintos países, aunque casi todos eran europeos.

El tener que entrevistar a españoles salvo excepciones, no le traían mayores dificultades debido al lenguaje, pero gradualmente se le iba complicando cuando se trataba de italianos, yugoslavos, alemanes, polacos y otras nacionalidades.Pero la realidad es que le causaba gran satisfacción y fue mucho lo que aprendió de todas las personas que llegaban, dándose cuenta que era mucho mas esfuerzo para ellos, el haber tenido que dejar su pais que el suyo por haberse alejado de la familia. Ésto le produjo gran remolino interior y le hacía reflexionar. 

Básicamente su trabajo consistía en anotar en un gran libro, los nombres de éstas personas junto a los miembros del grupo familiar con quienes venían. Lo que le costaba mas en general, era anotar sobre todo los apellidos, porque había algunos que no sabían escribir y obviamente les costaba expresarlo por el idioma, además de que en muchos casos los documentos que traían estaban borrosos o demasiado ajados. Pero como su don de gentes era tan grande, heredado  tal vez; junto a su buena predisposición, hacía que se facilitaran las cosas; adquiriendo con la práctica mayor habilidad . Por otro lado, las órdenes que había recibido, era que debía agilizar el todo por el todo, el ingreso de estos honorables y bien recibidos inmigrantes. Los cuales compartían un mismo objetivo, que era el de poder radicarse, lo cual implicaba conseguir un techo y un trabajo inmediato para  luego, con el tiempo lograr mayor estabilidad, dependiendo ello de la capacidad, vinculaciones, posición social y, principalmente, de la buena suerte.Hago notar aquí, que muchas veces, en los casos en que eran familias numerosas, sus miembros se veían obligados a separarse, por lo menos al comienzo, porque se les hacía mas complicado el lograr ubicación, ello doblaba el esfuerzo y  sacrificio.

No voy a negar, que ya estando dentro del país, habían algunas malas personas oportunistas que los querían engañar ofreciéndoles tentadoras alternativas, pero eran muy pocos los que caían en esas trampas. Es justo decir que, entre los que venían al país, venía algún pícaro mezclado entre ellos. 

La mayoría  de ellos se ayudaban mutuamente, haciendo frente común y compartiendo los recursos que tuvieran a su alcance,  fueran o no de la misma nacionalidad, aunque lo natural era que en principio se ayudasen los connacionales. El hecho concreto es que, al compartir la misma situación, aunque no se hubiesen conocido desde antes, los hacía sentirse  como hermanos , por lo menos al principio, hasta organizarse; pero en la mayoría perduraba la relación aunque pasasen años sin verse.

La tarea de Gregorio allí terminaba, pero no podía dejar de tratar de entender en profundidad a estas personas, aunque las mismas tal vez  no se diesen cuenta de ello.

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La pensión la consiguió fácilmente, aunque tuvo que compartir la habitación con cinco personas mas, durmiendo en camas cuchetas. También el baño era de uso compartido y esa era la parte mas difícil. Había una mesa y cocina para uso común, pero casi nunca tuvo que utilizarla. El trato con estas personas se circunscribía a buenos días...buenas noches, ya que como norma no escrita acostumbraban a no hablarse o preguntarse cosas entre ellos, lo cual resguardaba un poco la privacidad que Gregorio deseaba, por lo tanto le venía bien que así fuera.

A trabajar comenzaba a las ocho horas, con un intervalo para descanso de trece a dieciséis, lo cual le daba tiempo para ir a bañarse y almorzar en un bodegón que quedaba muy cerca y pertenecía a un señor gallego llamado Manuel, con quien de a poco  tomó confianza y se quedaba rutinariamente charlando hasta minutos antes de volver al trabajo. Éste se mostraba encantado por la manera en que Gregorio gozaba de sus pucheros, pescados y otros ricos platos que los españoles saben muy bien hacer.

El desayuno y la merienda se lo daban en el trabajo, mientras atendía al público. El horario de salida era a las veinte horas, a pesar de estar cansado, en forma casi regular se dirigía a la cantina a comer y a reir un rato, donde muchas veces no le querían ni cobrar teniendo en cuenta el vínculo de mutua simpatía que se había desarrollado.

Luciana, la italianita, lo hacía trasladarse a otra dimensión, lo cual era como un bálsamo de fantasías que tanto bien le inducía a una personalidad bastante acostumbrada a la introversión como la de Gregorio. Lo hacía reir mucho y a disfrutar con su belleza y naturalidad en el modo de ser, al mismo tiempo que a esa altura se deslizaban alguna que otra caricia. Aparentemente, los padres de ella, no ponían objeción alguna a esta amistad o posible romance. No intervenían, pero parecían estar a la expectativa de un posible desenlace. Ésto influyó grandemente en nuestro personaje para que ni pensara en alejarse de la zona.

Aún así, cuando le llegaba la hora de dormirse, se le continuaban cruzando por su mente los recuerdos familiares, especialmente de sus padres. 

En los sueños se le combinaban imágenes de la italianita, sus padres, el tobiano, los equilibristas, la tarantela y tantas otras cosas, que al despertarse no recordaba.

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El trabajo de la aduana le fue resultando con el tiempo, como es lógico, un tanto rutinario, pero como su mente y su corazón volaban por otros lados, a pesar de no distraerse para el cumplimiento de su tarea, no le afectaba para nada, al menos por ahora, como el mismo reflexionaba. En cierto modo, se podía decir que estaba contento y no se planteaba nuevas decisiones por el momento.

Don Manuel, el dueño del bodegón donde almorzaba, resultó ser muy dado a la charla y, habíéndole tomado afecto y confianza, le contaba historias de su tierra muy apasionadamente, haciéndole pasar el tiempo muy entretenido hasta tener que llegaba la hora de regresar al trabajo. Lo cual le divertía e interesaba mucho a Gregorio. Entre otras cosas le compartió que su primo José se había radicado en un lugar llamado Tandil, que estaba en el centro mismo de la provincia donde había logrado instalar una granja y, estaba muy claro que los temas vinculados con la cría de animales y cultivo de verduras particularmente, le atrapaban mucho el interés y su atención, a tal punto que en alguna que otra oportunidad casi llegó tarde a la aduana, para la cual salía corriendo porque eso si, era muy responsable.


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Trancurrió un año de desempeño en la aduana y nuestro joven, se había prácticamente profesionalizado en sus responsabilidades, ganando un excelente concepto.

Por otro lado, a esa altura, ya los padres de Luciana parecía como que los consideraban a ambos practicamente novios a pesar de que entre ellos  aun no se había hablado claro sobre el tema. Salían  a pasear todos los fines de semana y circulaba algún besito que otro entre los dos y ya era costumbre que compartieran en familia la mesa de los domingos.

Un viernes por la noche, Gregorio iba hacia la cantina con serios planes de hablar claro con su italianita y definir la relación, habiéndole perdido para ese entonces, el temor al compromiso, como solía ocurrirles en aquellos tiempos a algunos  hombres jóvenes que se encontraban tras la búsqueda de su libertad. En lugar de flores, le compró un pañuelito  bordado a mano que le entregaría en la ocasión.  Lo que creía tener muy presente era que los padres de ésta apoyarían con agrado la relación, por lo tanto estaba dispuesto a ir directamente al grano y con todas las formalidades que el caso requería.

A medida que iba llegando, los latidos se iban acelerando al ritmo de sus pasos ligeros.

Cuando entró en la cantina tuvo que guardarse el discurso para otro carnaval, porque allí estaba Luciana, que muy contenta y sin rubor alguno le presentó con aparente entusiasmo a quien sería su novio comprometido desde hacía años, recién llegado de Italia.

Obligadamente tuvo que mantener un trato amable, cenó con todos como ya era costumbre pero ni te cuento lo mal que le cayó la comida, porque las consecuencias fueron muy desagradables.

Se despidió con cortesía y dignidad, mas temprano que de costumbre, argumentando  que ese día había tenido mucho trabajo y necesitaba dormir......

sábado, 6 de octubre de 2012

AVENTURAS Y DESVENTURAS DE GREGORIO (capítulo tres)

En aquéllos tiempos, los viajes en barco desde Montevideo significaban varias horas de viaje e implicaba por lo menos pernoctar durante una noche.
Gregorio desembarcó en el Puerto de Buenos Aires, que era un lugar que conocía muy poco y ello lo hacía sentirse como un extraño.

Llevaba en su mente un esquema sobre las distintas posibilidades de lo que haría en principio para poder subsistir, a pesar de que estaba dispuesto a improvisar si era necesario.

Tuvo suerte aparente con su caballo porque un señor de baja estatura, sonrisa muy amplia, sombrero alto con forma de hongo; con aires amistosos le ofreció guardarlo con los otros cinco equinos que había en el circo que estaba a pocas cuadras del Río de La Plata, a cambio de que se ocupara de bañarlos a todos y limpiar el establo dos veces por  semana, ofreciéndole al mismo tiempo, comida y permiso para dormir todas las noches que necesitara, pero nada de plata. La comida era un fiasco y el lugar para dormir no era un "hotel cinco estrellas" precisamente, pero por lo menos solucionaba en lo inmediato su situación, sobre  todo también, que no se le hacía tan fácil guardar al tobiano.

Cumplió entonces con su primer jornada de trabajo y aprovechó la ocasión para poder ver las lindas trapecistas, los domadores de leones y reirse un rato con los payasos y las monerías de un mono divertido, entre otras cosas.

Luego de cenar agarró un sueño tan pesado que al despertar ni se acordaba donde era que estaba, por un momento le pareció que era la estancia de Paysandú, pero al escuchar el rugido de los leones se despertó del todo y recordó su situación.

Pensó rapidamente en que le convenía  encontrar una ocupación que fuera por lo menos un poco redituable, teniendo en cuenta que ya no le quedaba ni siquiera una moneda y con solamente comida y cama, si es que se podían llamar así, no era suficiente. Entonces luego de tomar una taza de mate cocido, que de yerba lo único que tenía era el color y unos panes mas duros que una piedra, salió a caminar sin mediar muchas palabras con este señor del sombrero alto.

Luego de caminar como unas dos horas, y probar suerte en varios lugares, consiguió que en una cantina italiana le dieran trabajo de ayudante de cocina y mozo al mismo tiempo, a cambio de algo de dinero además de algunas propinas,  una pieza precaria con un catre y una manta para dormir y un baño que estaba afuera para bañarse con agua fría y hacer las otras cosas que se hacen en los baños. Eso si, la comida era sabrosa y abundante.

Se durmió profundo como era habitual, y como ya le había sucedido, volvió a soñar con sus padres que lo miraban sonrientes y tomados del brazo. Su despertar fue sobresaltado y algo cargado de angustia.

Pasaron otros dos dias mas de trabajar en la cantina. Tenía planeado ir el miércoles, porque le habían anticipado que sería su franco, a limpiar nuevamente la caballeriza del circo y poder ver a su caballo para que no lo extrañara era su idea, y de paso se divertiría viendo a las lindas trapecistas, los leones, los payasos y las monerías del mono.

Se dio cuenta que era el dia indicado porque lo despertó el dueño de la cantina, sonriendo y con la plata de la paga en la mano.

Tomó entonces el dinero, bebió dos tazas gigantes  de leche con cascarilla y comió dos grandes sandwiches, uno de queso y otro de longaniza. Saludo amablemente a este señor y se fue rumbo al circo, haciéndosele muy fácil orientarse teniendo en cuenta su buena memoria visual y el hecho de tener que solamente bordear el río.

Por instinto apuró sus pasos y sintió latidos muy fuertes ya que a medida que iba llegando al lugar se iba acrecentando un mal presentimiento. En efecto, cuando llegó  vio que el circo se había ido con tobiano incluido. Hizo un rodeo y preguntó a toda la gente que se le iba cruzando, vendedores ambulantes, policías, vecinas de esas que charlan en las esquinas pero que observan todo, pero nadie, absolutamente nadie, supo  decirle algo sobre el destino del circo.

Gregorio, sin asumir que era inútil insistir en la búsqueda, comenzó a caminar muy angustiado y con desesperación, sin  pensar en el rumbo que había tomado; luego de varios kilómetros se encontró con el centro de la Gran Ciudad y una gran cantidad de gente ovacionando al General Belgrano  -era el 20 de Junio de 1920--
Allí se dio cuenta que estaban festejando el centenario de la creación de la Bandera Argentina. Habían personas bailando y cantando, puestos donde vendían desde mazamorra, chocolate caliente, pasteles, carne asada y muchas cosas ricas.

Gastó entonces algo del dinero para recuperar las calorías, al mismo tiempo que se distrajo un poco viendo los desfiles; aunque le volvió la tristeza cuando pasaron los soldados cabalgando frente a el. El que ha tenido caballo sabe bien que uno se encariña hasta de su olor.

Emprendió entonces bastante resignado,  el regreso en un tranvía de aquellos que, para colmo, eran traccionados por esos mismos nobles animales.

Pero cuando llegó a la cantina fue tan bien recibido por el dueño que lo trataba como de la familia. Era un señor panzón y de grandes bigotes, lo cual le hacía acordar un poco al capataz de la estancia, sonriendo y pensando que parecía que los bigotudos le traían buena suerte.


Enseguida se puso a trabajar con entusiasmo y para cuando era ya de noche la tristeza se le había disipado un poco.


Aprendió mucho de los inmigrantes que durante su aventura fue conociendo. Supo ver en ellos a gente sensible y curtida por el dolor del desarraigo forzoso y la triste guerra.

En la cantina, sobre todo a la noche, había clima de fiesta. A Gregorio le encantaba la música, los tallarines. Hasta llegó a conocer la rica buseca y bailar un poco la tarantela.

Había pasado casi un año y terminó siendo como de la familia de los dueños del negocio e incluso con la mayoría de los parroquianos, ya que en su mayor parte eran habituè y gente un tanto solitaria que buscaba pasar un buen rato.

Se entretenía tanto, que ello le impedía pensar en irse para otro lado, a lo que sumaba que una de las hijas del "tano", una italianita muy linda y simpática, lo tenía un poco atrapado....


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Transcurrieron entonces muchos días de trabajo como mozo y  ayudante de cocina, además de los coqueteos de la italianita que le hacían los dias mas llevaderos y lo sueños mas livianos.

Un dia un cliente muy trajeado y elegante que lo había estado observando todo el tiempo, le hizo un gesto pidiéndole a Gregorio que se acercara a su mesa. Eso hizo entonces en forma casi automática y natural, ya que era habitual que lo llamasen para pedirle alguna bebida o comida. Pero se sorprendió cuando este señor pintón le dijo que se sentara a su mesa e inmediatamente le comenzó a hacer diferentes preguntas, tales como su edad,su procedencia y sus estudios realizados y tomándo un papel le hizo escribir unas cuantas palabras y luego algunas operaciones numéricas. Allí fue cuando se dio cuenta de que le estaba tomando un examen como si estuviera en la escuela.

Este señor entonces revisó lo escrito y calculado en el papel e inmediatamente lo miró seriamente y le ofreció un trabajo en la aduana. Su tarea era la de recibir a los inmigrantes, tomar sus datos en un registro y revisar sus documentos y pertenencias, al mismo tiempo que dejar constancia de cuales eran sus objetivos del viaje a este pais de cada uno de los entrevistados.

El sueldo que le ofreció ese caballero era muy bueno y tentador y el lugar de desempeño estaba lo bastante cerca de la cantina como para poder visitar a la italianita e ir a comer, bailar y divertirse un rato;  no lo dudó ni por un minuto.Eso si, tendría que rentar una habitación, pero la idea lo seducía, sobre todo porque le daría, creia Gregorio, mucha autonomía, y se aproximaba bastante a lo que creía que estaba buscando.